Publicación07/03/25


Bendiciones, esto es «Puntos de Vista». En el día de hoy estaremos compartiendo el tema: ¿Puede un cristiano divorciarse y volverse a casar? En los tiempos en que vivimos, se ha perdido la honra del matrimonio y es común que las parejas se divorcien y se vuelvan a casar. El Señor Jesús habló acerca de una de las señales antes de su venida: «se casarían y se darían en casamiento». ¿Cuál debe ser nuestra actitud como cristianos frente al matrimonio, ya que entendemos por la palabra de Dios que el matrimonio es de origen divino, instituido por Dios, y que es la base de la familia? ¿Qué piensas tú acerca del matrimonio? ¿Qué dice la Biblia acerca del divorcio y el recasamiento? ¿Avalan las Escrituras el divorcio y, de ser así, en qué circunstancias?

Para dar respuesta a estas preguntas, tenemos dos invitados: el pastor Miguel Núñez y el pastor Mario Lima. Bienvenidos a «Puntos de Vista».

Bueno, creo que está más o menos claro, aunque no todo el mundo está de acuerdo. Cuando Cristo enseñó sobre el divorcio, habló de una excepción: si alguien está casado y se divorcia y se casa con otra persona, comete adulterio. En ese sentido, la única razón que Cristo da para el divorcio es el adulterio, porque el adulterio secciona tan profundamente la unión del esposo y la esposa que, bajo un mundo caído, podríamos entender el permiso que Dios da para que ese matrimonio termine, ya que el principio de fidelidad ha sido roto. Pero, de nuevo, cuando Cristo dice eso, no estaba insinuando que si ocurre un adulterio debe haber un divorcio. Entendemos, a la luz de los principios de gracia, perdón, misericordia y restauración, que ese matrimonio debe intentar ser restaurado. Si después de los intentos de restauración esto no funciona, entonces la parte ofendida tiene el derecho de solicitar el divorcio. El ofensor no tiene el derecho de solicitar el divorcio, porque esa sería la forma más fácil de conseguirlo.

Por otro lado, también entendemos que debemos diferenciar entre aquel que se ha divorciado antes de su conversión y el que se divorció después de su conversión. Antes de la conversión, no es que el divorcio estuviera permitido por Dios; Dios sigue juzgando a esa persona de la misma manera. Pero cuando alguien comete adulterio después de haberse convertido, si alguien va a traer eso como un impedimento para ejercer alguna función, lo está haciendo porque después de su conversión cometió adulterio o se divorció. En este caso, si alguien se divorció después de su conversión, el pero que se pueda poner es porque hizo algo incorrecto, no bíblico, después de que era cristiano. Pero si eso ocurrió antes de su conversión, entendemos que Dios hace una nueva criatura en su nuevo hombre, y Dios ha perdonado eso. Por tanto, esas cosas que ocurrieron antes de tu conversión no pueden ser contadas contra ti.

Otra condición en la que el divorcio es potencialmente permisible aparece en la primera carta de Pablo a los Corintios. Pablo habla de las diferentes condiciones en las que los matrimonios se daban en la iglesia de Corinto. En el versículo 14 del capítulo 7, dice que el marido no creyente es santificado por medio de su mujer y viceversa. Sin embargo, en el versículo 15, dice que si el no creyente se separa, que se separe. En tales casos, el hermano o la hermana no están obligados, sino que Dios nos ha llamado para vivir en paz. Pablo insinúa que en los casos de abandono, la persona que queda atrás no puede esperar indefinidamente en su condición de casada sin saber qué hacer, sino que tendría el derecho de deshacer eso en algún momento para rehacer su vida, potencialmente incluso quedar bíblicamente casada otra vez.

Algunos cristianos piensan que no hay posibilidad de divorcio bajo ninguna circunstancia. Nosotros creemos que hay posibilidad bajo adulterio y en los casos de abandono para la persona no ofensora. Solamente en estos casos podríamos hablar de divorcios bíblicos y en ningún otro.

Primera de Corintios, capítulo siete, verso ocho, dice: «Digo pues a los solteros y a las viudas que les fuera bueno quedarse como yo, pero si no tienen don de continencia, cásense, pues es mejor casarse que estarse quemando». ¿A quiénes les recomienda eso, hermano? A las viudas y a los solteros. Amén. Está claro en la Biblia que se casen si no tienen don de continencia. Pero a los que están unidos en matrimonio, mando no yo, sino el Señor, que la mujer no se separe del marido y si se separa, quédese sin casar o reconcíliese con su marido, y que el marido no abandone a su mujer.

Hermanos, la cruda realidad es que el divorcio existe, se ha legalizado y hoy día está amparado por las leyes humanas, pero no por las leyes de Dios. Hay gente que dice: «Yo no soy evangélico, yo no soy creyente, para mí eso no es». No, señor. Todo ser humano vive bajo la ley de Dios. ¿Cuántos dicen Amén? Amado hermano, sean creyentes o no, todas las leyes que Dios ha dictado son para toda la humanidad. Por tanto, el divorcio, así sea de incrédulos, Dios lo juzgará porque está vulnerando su ley. Así que esto no es solo para creyentes, esto es para todo ser humano, aunque no le guste, aunque diga «yo no soy evangélico». Igual, porque usted cree que solo la muerte es para algunos seres humanos y otros no. Hermanos, la ley de Dios es que un día el hombre nace, crece, se reproduce y muere. Esa es la ley de Dios. La ley de Dios es que salga el sol en el día y la luna en la noche, para incrédulos y creyentes. Las leyes de Dios son para todos.

Quiero que me entienda bien. Esto, hermano, es un principio básico: el verdadero creyente, el verdadero hijo de Dios, el que está casado y viene a la iglesia, no hay divorcio. Hay problemas, pueden haber problemas, pero Cristo puede solucionar esos problemas. Ahora, si no hay solución, si de pronto el amor entre ellos se ha enfriado o uno de los cónyuges cristianos se ha descarriado, hermano, porque el enemigo es real, Jehová los reprenda, la carne es carne. Hemos visto también fieles esposas caer en pecado, fieles esposos andar mal, y a veces la vida en común se hace insostenible. Estoy hablando de creyentes, entiéndame bien, porque en el mundo sin Dios la gente no aguanta esas cosas, se divorcia y hace lo que quiere porque no conoce las leyes de Dios. Pero un creyente que tiene problemas, que tiene luchas en su matrimonio, quizás hermanos, por ese descarriamiento, por ese enfriamiento de su amor, llegan hasta maltratarse psicológicamente, físicamente, hacerse la vida imposible. El maltrato en un matrimonio, hermano, no solo son los golpes, son los gritos, la indiferencia, el dejarse de hablar días, semanas, se quitan el saludo, dejan de tener la relación conyugal, hasta duermen ya en lechos separados, estando en la iglesia, y se hace insostenible. Inclusive hay esposas y esposos que se maltratan hasta el punto que ya no pueden vivir juntos, pese a que están escuchando la palabra, a que vienen a la iglesia. ¿Qué hacer en esos casos, hermano? ¿Qué se puede hacer cuando un cónyuge se ha descarriado y está comenzando a ejercer violencia, inclusive violencia sexual? ¿Qué hacer en ese caso, hermano, cuando ya hay un maltrato de gente que conoce la Biblia o quizás no la conozca, no importa? No se puede aconsejar un divorcio, pero usted ha leído la Biblia, hermano, dice: «Pero si el incrédulo se separa», verso quince, primera de Corintios, capítulo siete, «pero si el incrédulo se separa, sepárese, pues no está el hermano o la hermana sujeta a servidumbre en semejante caso, sino que a paz nos llamó Dios». ¿Leyó, hermano? ¿Qué autoriza la Biblia en esos casos de maltrato, de vida insostenible, en que la pareja se descarrió? Pastor, estoy orando, estoy buscando de Dios, dirá el que está más sano que el otro, pero no hay respuesta, por el contrario, hasta me ha amenazado de muerte, me maltrata, hasta mi vida corre peligro. No podemos decir, hermanita, que no hay divorcio. Lo siento, tienes que aguantar ahí, hermano. No sé, duerme con pijama camuflada, listo para la guerra. No se puede, hermano, es insostenible. ¿Qué autoriza la Biblia? Separación, no divorcio. Separación de cuerpos. Pero también hay casos en que esa separación ha servido a la pareja para reflexionar, para pensar, para meditar, y también se han metido en tiempos profundos con Dios y Dios ha restaurado los hogares. Por tanto, si usted está entendiendo esta enseñanza, el recasamiento, hermano, es un pecado terrible cuando se lo hace en la iglesia y con conocimiento de la palabra de Dios.

Hebreos, capítulo diez, verso 26: «Porque si pecaremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio y del borde fuego que ha de devorar a los adversarios». Más abajo dice, amado hermano, «el que viola la ley de Moisés por el testimonio de dos o tres testigos muere irremisiblemente. ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios y tuviere por inmunda la sangre del pacto en el cual fue santificado e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?» ¿Qué le parece? Sabiendo, conociendo, se divorcian cristianos y se vuelven a casar. Yo no sé quién los rechazará, pero en esta iglesia, delante de mi Señor, jamás hemos rechazado a nadie, hermano, nunca, nunca. Y Dios me libre de mancharme las manos de sangre, porque el que está haciendo eso, el llamado pastor que está haciendo eso, está mandando a dos almas al infierno, hermano, directo, si son creyentes, estoy hablando, si son creyentes. Por eso, entre creyentes no podía haber eso. Ahora, el que llega así, el que llega divorciado sin pareja, tiene que quedarse divorciado. El que llega recasado con su segunda esposa, se queda recasado, como dice primera de Corintios, capítulo siete, en el estado en el que fuiste llamado, quédate así. Por eso es que en la iglesia, cuando se enseña esto, hermano, y usted ya es creyente casado, ya no se puede divorciar. ¿A qué puede llegar por problemas graves? A la separación, ahí explicado, no llega al divorcio, llega a la separación. Y cuando se separa, no se puede volver a casar, porque la Biblia lo prohíbe, la palabra del Señor lo prohíbe. Ahora, usted me preguntará quizás, pastor, pero la aflicción de la carne, qué terrible, joven, me he separado, ahora conozco eso. Tienes que luchar con eso, hermano, duchas de agua fría todos los días, qué vas a hacer, ni modo. Por eso, hermanos, hay que cuidar el matrimonio.

Esperamos que este mensaje haya sido de bendición para tu vida. Si deseas que compartamos contigo un tema en especial, escríbenos, déjanos tu comentario. Bendiciones.

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